Elecciones en Francia: Continuismo y recomposición política

Nos habían prometido una
campaña electoral con un resultado imprevisible. Y al final, los franceses se
despertaron el 8 de mayo con un presidente cuya línea principal es profundizar
el desastre neoliberal empezado en las ultimas décadas. Emmanuel Macron, el
nuevo presidente de la república francesa, no es más que un representante de la
oligarquía, los banqueros, de la sumisión a la dictadura de la Unión Europea.
¿Cómo hemos llegado a este resultado pese a una larga campaña llena de
sobresaltos?

Los franceses fueron
convocados a esta elección en medio de una profunda crisis de los partidos tradicionales
franceses. La hidra bicéfala que se compartía el poder desde 1958 (1)[i] terminó por aplicar las
mismas políticas neoliberales con algunas leves diferencias en el plano
societal. Sin embargo, la llegada en 2012 de un presidente proveniente del Partido
Socialista (PS – Socialdemócrata), después de 17 años de dominio presidencial de
derecha, había suscitado una gran esperanza que fue traicionada a medida que François
Hollande aplicaba una agenda neoliberal y sometía a la nación a las
imposiciones de la Unión Europea (2)[ii]. El presidente francés,
contribuyó notoriamente a alimentar una rabia contra todos los representantes
de la casta política.

Este alejamiento radical del
partido socialdemócrata con su base electoral, fue llevado a su paroxismo por François
Hollande. Una situación nueva en Francia, pero que hace eco a lo ocurrido hace
décadas en América Latina con las caídas electorales de partidos como Acción Democrática
(AD) en Venezuela, Izquierda democrática (ID) en Ecuador, el Appra en Perú, o
el Partido Liberal colombiano, para solo citar algunos casos de la región. Como
consecuencia, el mismo sentimiento cruzó el charco para imponerse en los
ciudadanos del país galo: “que se vayan todos”.


Una
sucesión de hechos inéditos

El 1 de diciembre de 2016, François
Hollande anunció que no volvería a postularse para un segundo mandato
presidencial. Si bien las encuestas reflejaban que un 87% de los franceses
tiene una opinión negativa de su desempeño, es un hecho histórico en los
últimos 60 años que un Presidente no vuelva a presentarse después de haber
asumido el cargo de Jefe de Estado. Para intentar sentar una nueva legitimidad
en un electorado agotado por sus políticas, los dos partidos tradicionales que
se compartieron el poder a lo largo de la  Quinta República (PS y los Republicanos – LR)
decidieron escoger su candidato al mejor estilo norteamericano: con elecciones
primarias.

Como una muestra del
cansancio de los franceses ante la política desarrollada por los últimos
gobiernos, los políticos favorecidos por las encuestas fueron derrotados (3)[iii]. Los simpatizantes de
esos partidos escogieron dos outsiders
para representarles en la elección presidencial: François Fillon (LR) y Benoit
Hamon (PS), que marcaron una clara ruptura con la línea tradicional de sus respectivos
partidos (4)[iv].

El recelo y desconfianza
frente a los políticos tradicionales iba a ser la tendencia de esta elección
presidencial. Como sus pares latinos una década antes, el pueblo francés mostraba
el deseo de un cambio radical de sus representantes políticos.

Un
Golpe mediático

Cabe resaltar que el sistema
de elección francés es universal, directo, y a dos vueltas. Es decir que, para
la elección presidencial, una primera vuelta sirve para calificar dos “finalistas”
a una segunda vuelta, a menos de que un candidato gane con 50% más un voto en
la primera, hecho improbable dado la multiplicidad de opciones divergentes.

En este sistema, el Frente
Nacional (FN) ha tenido un rol preponderante. La tradición política francesa
siempre ha sido la de unirse al candidato mejor ubicado para vencer el FN. En
una Francia que no ha superado las distinciones políticas del inicio del siglo
pasado, es de buen tono llamar al riesgo “fascista”, “nazi” o de amenaza contra
la República en caso de victoria del FN. Si bien algunos fascistas franceses
participaron en la creación de este partido en 1972, hoy en día es
completamente absurdo y antihistórico tildar así al partido de Marine Le Pen,
quien reivindica una pertenencia más “nacional-populista” o de populismo de
derecha. Tan estúpido sería calificar de estalinista o de responsable del gulag
al Partido Comunista Francés (PCF) en la actualidad.

Sin embargo, se sabía que la
fuerza política que calificó a segunda vuelta contra el FN tendría una ventaja
considerable para vencer en la segunda vuelta. En 2002, Jacques Chirac se
benefició del apoyo de toda la clase política, de todos los cuerpos
intermediarios y del aparato mediático para salir victorioso frente a Jean
Marie Le Pen con un histórico 82,21%. El partido ahora conducido por su hija, a
pesar de haber objetivamente cambiado su línea económica y política, todavía
sirve de espantajo y a pesar de siempre tener una reserva de votos suficiente
para alcanzar la segunda vuelta, no se beneficia de más para lograr la
victoria.

Por lo tanto, la elección
presidencial francesa se juega en realidad en una sola vuelta donde el que se
califica al segundo round contra el
FN, está asegurado de la victoria final. Y en este espacio poco democrático,
entraron en escena los medios de comunicación y las encuestadoras para montar
una verdadera operación psicológica contra los electores franceses.

Al inicio del diciembre de
2016, las empresas de sondeos parecían unánimes: la segunda vuelta verá un
enfrentamiento entre el candidato LR, Francois Fillon, y Marine Le Pen,
respectivamente acreditados de 29% y 24% de las intenciones de votos. Frente a
lo que se perfila como la victoria anunciada de Fillon, los medios van a crear
un outsider político: Emmanuel
Macron.

Este joven político, que
pasó por el Banco Rotshild y apoyado en política por todas las redes
neoliberales (5)[v],
fue asesor personal de François Hollande en temas económicos y Secretario
General Adjunto de la presidencia (2012-2014) y luego Ministro de Economía y la
industria (2014-2016). En otros términos, es uno de los responsables
principales de la aplicación de la política neoliberal en la última gestión presidencial.
En abril 2016, funda su movimiento político En
Marche
. De su desempeño en el gobierno de Hollande, los franceses no guardaban
una buena imagen de Emmanuel Macron. En 2014, solo 11% deseaba que el
presidente recién electo jugara un papel político en el futuro (6)[vi]. Dos años después, en
marzo de 2016, solo 14% de los franceses pensaban votar por él en la elección
presidencial (7)[vii].

La elección de Emmanuel
Macron responde, por tanto, más a un verdadero bombardeo mediático tendiente a
transformar a un eminente miembro de la casta política y responsable de la
política desastrosa de Hollande, en la opción del “cambio y progreso”, al mejor
estilo de un Antonio Macri, un Henrique Capriles o un Guillermo Lasso en
América Latina. Lanzando más de 17.000 artículos elogiosos en la prensa
nacional y centenares de reportajes en los medios audiovisuales antes del
inicio de la campaña electoral (8)[viii], los medios lograron
revertir la imagen de Macron en la opinión pública. Su juventud se viene asociando
al deseo de novedad política (expresado en las primarias), cuando en realidad encarna
la aplicación de una política iniciada hace más de 20 años. Sabiendo que pocos
electores leen y se deciden leyendo programas, Emmanuel Macron se tomaba
incluso el lujo de decir todo y su contrario ampliando así su potencial
electoral. Retomó el discurso de una postpolítica sin ideología donde los
conflictos debían ser superados por la eficiencia y la gestión. Al mejor estilo
de un consultor como Duran Barba en América Latina, los asesores de Macron
movilizaron en los electores toda una serie de emociones, sentimientos y miedos
(en este caso, a la amenaza supuestamente fascista que representa el Frente
Nacional) que permitiría superar la racionalidad política de juzgar el
candidato sobre sus hechos políticos. Al fin y a cabo, lograron que a los
electores les “cayera bien” el joven político, y convencerlos de dejar un
cheque en blanco a un Presidente que no develó sus claras orientaciones
políticas durante la campaña. 

Sin embargo, para sentar a
Emmanuel Macron en la silla presidencial, había que eliminar el obstáculo
principal y candidato favorito al inicio del año 2017: François Fillon. Con la
misma fuerza que levantaron a Macron, los medios de comunicación destrozaron al
candidato de LR revelando unos “empleos ficticios” que beneficiaron a su familia.
Para el político que había basado su victoria en las primarias sobre un
discurso basado en el rigor y la austeridad, estas revelaciones fueron
demoledoras. Se desató una verdadera propaganda de guerra para alejar con éxito
al candidato mejor ubicado de la carrera presidencial (9)[ix]. Más que por el contenido
de la denuncia, que estaba bien lejos de casos como Barcenas o Gurtel (10)[x] que no impidieron la
victoria de Mariano Rajoy en España, muchos electores sancionaron el abismo
entre el discurso (de austeridad para todos) y los hechos (de opulencia para sus
familiares). La garantía de honestidad que había favorecido a Fillon durante
las primarias se volvió entonces en su contra.

Todo este ensamblaje
construido para lograr la victoria de Emmanuel Macron hubiese podido derrumbarse
con la sorprendente asunción de Jean-Luc Mélenchon, el candidato humanista que reivindicaba
el populismo de izquierda.  Con una
campaña innovadora, una movilización sin precedentes tanto en las redes
sociales como en los eventos públicos, Jean-Luc Mélenchon hizo exactamente lo
contrario de Macron: elaboró con un año de antelación un programa colectivo de
gobierno que dejaba plasmado una hoja de ruta programática, bien ubicada a la
izquierda (11)[xi].
Mélenchon hizo un campaña de educación popular basada en un llamado a la
inteligencia colectiva y dejando las emociones y temores a un lado para ofrecer
un visión positiva sobre el futuro de la gente. Añadido al inmenso talento
oratorio y a la experiencia política de su líder, el movimiento de la Francia
Insumisa no paraba de subir en las encuestas y de constituir una verdadera
amenaza al guion preestablecido por la mediocracia y las elites al poder,
quienes una semana antes de las elecciones, desplegaron feroces campañas para desacreditarlo.
Entre los argumentos destacaron su cercanía a las revoluciones
latinoamericanas, acentuando que el futuro de Francia podía verse en el espejo de
la actual crisis política en Venezuela. Se le difamó tergiversando la
actualidad en Rusia o en Siria. En fin, se desató también con éxito otra
propaganda perversa para que el líder de la Francia insumisa no accediera a la
segunda vuelta.

A la luz de los resultados
finales, podemos decir que el desenlace de esta elección presidencial
correspondió a los objetivos de una operación psicológica que orientó desde la
primera vuelta el voto de los electores, quienes no pudieron advertir cómo esta
decisión afectará sus intereses de vida.

Lo
planificado ocurrió

En la noche del pasado 23 de
abril cuando tuvo lugar la primera vuelta, los resultados fueron bastante
similares a los que habían profetizado las encuestas, calificando para la
segunda vuelta a Emmanuel Macron y a Marine Le Pen. Por primera vez en la
historia de la Quinta República francesa, ninguno de los dos partidos
históricos llegaron a protagonizar el duelo final. La voluntad del pueblo
francés de barrer con la política tradicional se expresó claramente en las
urnas.

Parecido a la victoria de
Donald Trump en Estados Unidos, el pueblo francés aparece doblemente dividido.
Primero, entre las ciudades y el campo: las primeras favoreciendo a Macron y el
mundo rural o periférico a su oponente. Los resultados de esta contienda confirmaron
lo que el Instituto francés de opinión política (Ifop) había demostrado en el
año 2016: tanto en Estados Unidos, como en Francia, en Austria o en Gran
Bretaña, mas lejos estamos del centro de una gran ciudad, más altos están los
votos para el populismo de derecha (12)[xii].  Asistimos a una primera dicotomía entre una
Francia urbana, con altos estudios, hiperconectada y bombardeada de información,
y una Francia periférica, excluida de los beneficios de la globalización, y
olvidada de los relatos mediáticos y políticos.

La otra separación clara es también
territorial, entre el oeste y el este de Francia. El primero, favoreciendo al
señor Macron y el segundo, a la candidata del Frente Nacional. Como lo ha
mostrado el economista Jacques Sapir, el mapa electoral de Le Pen se superpone
al mapa de industrialización de Francia en los años cincuenta (13)[xiii]. El voto para Marine Le
Pen revela entonces un claro rechazo a las políticas de desindustrialización
que se aplicaron a Francia desde los años ochenta, con su lote de desempleo, reconversión
forzada y de malestar social.

Tanto en estas zonas como en
el campo olvidado, el FN prospera donde el Estado no ha jugado su papel
intervencionista y dejó al mercado acabar con los territorios. El voto para
Marine Le Pen no se puede resumir a un sentimiento racista como lo sugieren los
medios cuando tildan a este partido de fascista. Si bien existen rasgos de
xenofobia en algunos simpatizantes del FN, su electorado no se puede reducir a
eso y encubre, además, un fuerte componente de resentimiento social. En esta
perspectiva, el discurso antiinmigración del Frente Nacional está percibido por
la mayoría de sus electores más como una injusticia social (“¿por qué el Estado
no se ocupa de nosotros primero?”) que como un acto de xenofobia o de racismo
puro.




Por otra parte, esta primera
vuelta devela una consolidación sin precedente del discurso euroescéptico o
soberanista. La consolidación de la Unión Europea y de sus tratados
neoliberales fue una constante de los partidos tradicionales al poder. Por
primera vez en una elección presidencial, los candidatos que criticaban el
funcionamiento dictatorial de la Unión Europea lograron sumar cerca del 47%.
Es, sin lugar a dudas, una evolución del pensamiento de los electores y queda
claro que, en los cinco años por venir, esta orientación soberana se convertirá
en un marcador importante dentro de la recomposición del ajedrez político
francés.

Debemos notar también el
espectacular resultado de Jean-Luc Mélenchon. Ganador o en segunda posición en
las principales ciudades del país, plebiscitado por una mayoría de jóvenes
(18-24 años) y de desempleados, la Francia Insumisa totalizó mas de 7 millones
de votos, y no logró alcanzar el segundo puesto por apenas 600.000 votos. La
apuesta populista de izquierda de Jean-Luc Mélenchon, a pesar del sabor amargo
de haberse quedado en la orilla de la segunda vuelta, parece haber funcionado.
Su movimiento es una nueva fuerza política con la cual se deberá contar de
ahora en adelante, y mostró que se podía afirmar una posición política radicalmente
antisistema diferente de la del Frente Nacional.

Macron:
un presidente rechazado pero electo

La elección de Emmanuel
Macron con 66.68% contra 34.32% votos para Marine Le Pen en la segunda vuelta,
realizada el domingo 7 de mayo de 2017, no va a resolver ninguno de los
problemas de fondo que atraviesa Francia. Estas cifras son un pote de humo. En
realidad, Macron fue electo con apenas 43.75% de los electores inscritos.
Francia conoció una abstención récord de 24.66% a la cual tenemos que añadir la
cifra inédita de 8.74% de votos nulos o blancos (14)[xiv]. Esta no movilización
revela bien la fragilidad del plebiscito para el presidente francés.  Además, su política europeísta y neoliberal empeorará
las condiciones actuales de los franceses y agravará los conflictos políticos.
Como consecuencia, podemos estar seguros que crecerá el rechazo hacia la clase
política en general, y aumentarán las condiciones de gobernabilidad.

Si bien el campo político
que apuesta al continuismo económico y geopolítico debería estar unidos al
momento de tomar las grandes orientaciones de estos próximos cinco años,
aparece una fractura irreconciliable entre las dos grandes tendencias de la contestación
del sistema. Para la Francia Insumisa, el Frente Nacional representa más el enemigo
principal que una fuerza con la cual se podría construir una alternativa. Eso
es reciproco en los electores conservadores del FN que dudarían en votar por una
opción tildada de “chavista”, “comunista” o “atea”. Esta frontera política
establecida entre los dos partidos populistas es la mejor garantía actual que
tiene el sistema para perdurar en el poder. A la diferencia de los países de
América Latina (15)[xv], una larga alianza populista
parece imposible en Francia, pese a que la Francia Insumisa es la única que
posee un verdadero programa de Gobierno radicalmente en oposición al sistema. Sin
embargo, las líneas políticas estarán llamadas a pruebas legislativas sobre las
políticas económicas del presidente Macron y sobre la base de la defensa del
interés general y las soberanías nacionales y populares. La recomposición total
del campo político francés está por empezar.

Notas:


(1)[i] La quinta república francesa
fue aprobada en 1958, abriendo el ciclo político que está en crisis hoy en día.
(2)[ii] Ver Serge Halimi, “¿De nuevo,
la trampa del voto útil?”, Le Monde
diplomatique en español,
Abril 2017.
(3)[iii] Se trataba del antiguo
primer ministro de Jacques Chirac, Alain Juppé y el antiguo presidente Nicolas
Sarkozy para LR, y de Manuel Valls, el primer ministro de François Hollande
para el PS.
(4)[iv] Fillon por su conservadurismo
social y su línea de detente con Rusia. Hamon, por siempre haber sido la
fracción de izquierda del PS.
(5)[v] Network Point Zero, “2017, le
coup d´Etat”, Investig´action, 30 de
abril de 2017.
(6)[vi] “Cote de confiance: Hollande
au plus bas, tout comme Valls”, Le Point,
31 de octubre de 2014.
(7)[vii] Geoffroy Clavel, “Face à
Juppé, Macron serait battu par Mélenchon à la présidentielle”, Huffington Post, 17 de marzon de 2016.  
(8)[viii] Vincent Ortiz, “Comment les
médias ont fabriqué le candidat Macron”, Le
vent se lève
, 2 de febrero de 2017.
(9)[ix] Bruno Dary, “Affaire Fillon :
opération psychologique de grande ampleur contre la démocratie”, Le Figaro, 13 de febrero de 2017.
(10)[x] Grandes casos de corrupción
que implicaron al Partido Popular español.
(11)[xi] Ver el programa de gobierno
de La France Insoumise disponible en
www.laec.fr  
(12)[xii] “Trump, Brexit, Hofer, FN :
Les ressorts de la vague « nationale-populiste »”, Ifop, 6 de diciembre de 2016. Disponible en
http://www.ifop.fr/media/poll/3576-1-study_file.pdf
(13)[xiii] Jacques Sapir, “Deux cartes
et une élection”, Russeurope, 25 de
abril de 2017.
(14)[xiv] Según las cifras oficiales
del Ministerio del Interior, disponible en
http://www.interieur.gouv.fr
(15)[xv] Ver William Izarra, Del MBR 200 al MVR, Caracas: Centro de
Estudios e Investigación de la Democracia Directa, 2004, pp. 4-5.
  


Articulo publicado en la revista peruana Ojo Zurdo nº4.