El pensamiento ni chicha ni limonada* de la izquierda intelectual sobre Venezuela

La tormenta mediática parece haberse alejado temporalmente de las
costas venezolanas. Durante las tres semanas que precedieron la elección de los
diputados a la Asamblea Constituyente, Venezuela bolivariana estuvo en las
portadas de todas las empresas de comunicación internacionales. Obviamente no
es una casualidad, se trataba de crear un clima favorable en la opinión pública
para justificar un cambio de régimen por la fuerza. Éste no ocurrió, y el
pueblo venezolano ha dado legitimidad por las urnas a la Asamblea
Constituyente, a pesar del boicot de la oposición y las amenazas que pesaban
sobre los electores, Venezuela desaparece progresivamente de nuestros medios de
comunicación, dejando espacio a la llegada de Neymar al PSG y a la de un bebé
panda al zoológico de Beauval.
Como las nubes ya se han retirado (sin embargo atención al
coletazo de la tormenta), ahora podemos constatar la amplitud de los daños
dejados por el tifón mediático en la opinión pública, y especialmente entre los
partidarios y militantes de la transformación social. El tiempo de restablecer
la veracidad de los hechos será mucho más largo que el  de enunciar mentiras, siempre habrá  una duda y una desconfianza en cuanto se
comience de nuevo a hablar de la Venezuela bolivariana. Por lo tanto es
conveniente volver a revisar la legitimidad de algunas fuentes de información.
Desde hace cuatro meses, una operación de desestabilización
antidemocrática estaba en marcha en el país caribeño. Se aceleró tan pronto el
presidente Maduro, analizando la crisis política en la cual se hundía su país,
decidió redefinir el pacto social que une a los venezolanos convocando a una
Asamblea Constituyente. La oposición venezolana, en nombre de la democracia,
decidió boicotear e impedir por todos los medios la realización de este
acontecimiento electoral
Los caciques de la derecha internacional manifestaron unánimemente
una solidaridad incondicional con sus compinches venezolanos en su intento de
derrocar el poder. De Rajoy a Santos, de Uribe a Manuel Valls pasando por Peña
Nieto y otros, ninguno  de los dirigentes
de derecha condicionó su apoyo a  alguna
crítica de esta oposición, por cierto muy poco democrática. En cambio, en
algunos sectores de izquierda, pudimos asistir a ejercicios de funambulismo
político e incluso a ataques frontales contra la Revolución Bolivariana en el
momento en que está siendo atacada en todas partes.
La mayoría de estos comentaristas, para criticar el proceso
revolucionario venezolano, no tuvieron que sacar sus referencias a la extrema
derecha, se remitieron a los análisis producidos por los miembros de Marea
Socialista, organización resultante de una enésima escisión de los partidos
trotskistas venezolanos (1). Estos últimos, para sobrepasar el marco íntimo de
su organización, lanzaron un movimiento autodenominado  « Plataforma del pueblo en lucha y del
chavismo crítico ». Gran golpe de comunicación, puesto que eso sugiere que
tienen el monopolio de la crítica. Lo que obviamente es falso. Para darse  cuenta, 
basta con hablar un momento con cualquier militante o simpatizante del
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), o de las organizaciones de base
de la Revolución bolivariana.
Como los medios y algunos políticos no han cesado de repetirlo, es
claro que este movimiento incluye 4 de los 141 ex ministros del ex presidente Chávez
(1999-2012). Pero entonces, cabe preguntarse por qué la palabra del 3% de los
ex ministros de Hugo Chávez pesa  más que
la del 97% restante que siguen apoyando la Revolución (2). En este caso, la
legitimidad otorgada a esta ultra minoría 
parece sólo provenir de su reciente posicionamiento como opositora
política.
Esta invocación permanente del « chavismo crítico»  no es el fruto de la casualidad.
Sistemáticamente retransmitido por los medios de comunicación dominantes o
incluso por los líderes de la oposición, la eclosión mediática del «  chavismo crítico»  parece hacer eco al memorándum elaborado en
2006 por el ex embajador usamericano William Brownfield y revelado por Wikileaks
tres años más tarde. En el mensaje enviado al Departamento de Estado, el ex
embajador describía el trabajo de la embajada para intentar dividir el chavismo
(3). Parece que los esfuerzos encubiertos de los USA hayan dado resultado.
Venezuela no es un caso aislado. Todos los gobiernos progresistas
de América Latina tienen una oposición llamada de izquierda. Rechazados
mayoritariamente por los pueblo de sus países, el Psol en Brasil (1,55%), los
Verdes en Bolivia (2,69%), El Frente de Izquierda en Argentina (3,43%), o la
Unidad plurinacional de las izquierdas en Ecuador (3,23%) tienen un eco
mediático desproporcionado con su falta de representatividad popular.
Y sin embargo, desde los 
«intelectuales de izquierda » hasta los medios de comunicación
dominantes, sus análisis destructivos de los procesos revolucionarios son
ampliamente difundidos en los países occidentales, sin que ningún
cuestionamiento sobre la legitimidad de su punto de vista sea jamás evocado.
Aunque cada opinión es interesante para enriquecer el debate, esta cuestión de
la legitimidad democrática de las fuentes de información es un problema (4).
Imaginemos un solo instante que el New York Times haga una doble
página de entrevista de Jacques Cheminade (5) para hacer un balance crítico de
los inicios de Emmanuel Macron a la presidencia de la República. Lo que
chocaría no serían tanto las palabras pronunciadas  por el político francés, sino  la exclusión del mismo medio de personas
consideradas como más legítimas porque reúnen en torno a ellos una corriente de
ideas y una verdadera fuerza política de oposición. ¿En nombre de qué se deben
imponernos los Jacques Cheminade venezolanos para descifrar la situación del
país caribeño?
En las elecciones legislativas de 2015 en Venezuela, Marea
Socialista y el «chavismo crítico» presentaron 67 candidatos a la Asamblea
Nacional (6), estos últimos realizaron resultados histórica… mente bajos, que
van del 0,01% al 0,1% (7). Si un 99.9% de los venezolanos (chavistas o de
oposición) rechazan los análisis y las propuestas de los miembros del «chavismo
crítico», ¿por qué entonces esta visión se impone en el debate sobre Venezuela
en una parte de la izquierda francesa? ¿Es porque esta última encuentra en
estas críticas que entiende, una manera de separarse de una revolución que le
escapa y cuyo alcance no mide?
Existe una expresión idiomática en francés equivalente a “ni con
dios, ni con el diablo”. Se dice literalmente “mitad higo, mitad”. En el caso
del pensamiento mitad higos mitad uvas (« mi-figue mi-raisin ») consiste en
equiparar posiciones políticas adversas y desiguales. Y sin embargo, incluso
esta expresión idiomática típicamente francesa («mi-figue mi-raisin») tiende a
hacernos olvidar que Francia es un país de uva, cuya producción es 2.000 veces
superior a la producción de higo (8). Todo el mundo convendrá que si se para la
producción de higo no representaría un duro golpe para nuestra economía, la de
la uva, en cambio, destruiría una gran parte de nuestros campos. A nadie se le
ocurriría la idea de poner en pie de igualdad estas  dos producciones agrícolas. Sin embargo,
casualidad de las cifras, el chavismo cuenta también 2.000 veces más votantes
que Marea Socialista y su chavismo crítico, y a pesar de eso el higo blando
consigue colocarse al nivel de la uva.
El pensamiento  mitad higos
mitad uvas, si se adapta perfectamente a los esquemas de pensamientos
intelectuales, es impropio a la toma de decisión política en donde se es
elegido para decidir entre distintas opciones políticas. Es de hecho, el mejor
aliado de la derecha más reaccionaria. Porque se esconde detrás de la ilusión
de una tercera vía en un contexto sumamente bipolar invocando la libertad
virtual del pueblo de rechazar las dos únicas opciones políticas creíbles que
se ofrecen, dicho pensamiento participa en realdad a la justificación de las
estrategias antidemocráticas de la oposición venezolana.
Este pensamiento abunda en algunos sectores de la izquierda de
oposición, alejados desde hace mucho tiempo de los centros de poder y de la
toma de decisiones. Es el reflejo de una izquierda ONGizada e intelectualizada
cuyo objetivo no es la toma del poder y el cambio social, sino la crítica
permanente de las situaciones presentes. No es sorprendente encontrar de manera
recurrente en Francia y Europa, la argumentación de estos actores sin responsabilidad
política ni legitimidad democrática.
Dirigentes del « chavismo critico » en encuentro politico con representantes de Primero Justicia y Voluntad Popular  
La mayoría de las ONG  «
desplegadas »  en los países progresistas
de América Latina incluyendo  Venezuela
son en realidad los voceros internacionales de las tesis de la oposición,
cuando no imponen la agenda política de los países extranjeros o grupos
económicos que las financian.
Estas organizaciones secuestran la palabra de categorías sociales,
apropiándose de su representación sin ningún control democrático. Dan así la
ilusión de defender un pueblo o segmentos de la sociedad mientras que en
realidad, sólo combaten por conceptos e ideales sin escuchar a los ciudadanos
ni tener en cuenta sus reivindicaciones. Si no tienen ningún impacto en los
países sobre los cuales producen sus informes, encuentran un eco  sistemático en una parte de la izquierda
occidental, a su vez demasiado refugiada en asociaciones o en la Universidad.
Si la mayoría de las ONG se oponen a los gobiernos progresistas de
América Latina, es también bajo la influencia de dos factores. En primer lugar,
con la toma de poder de movimientos populistas, un número no desdeñable de
miembros de estas organizaciones fueron cooptados por el aparato estatal,
debido a la promiscuidad entre su lucha y el proyecto político legitimado por
las urnas. Algunos miembros decidieron entonces que el espacio abierto por el
poder era el lugar ideal para hacer avanzar sus ideas a pesar de las
contradicciones políticas existentes y olvidaron la crítica permanente para la
construcción política. Aquellos que permanecieron al margen del nuevo momento
político han levantado el velo sobre el 
papel que tenían en el viejo sistema de casta: el de cuerpos
constituidos de la protesta, es decir de un espacio de críticas inofensivas que
permite al sistema capitalista mantener la ilusión de la democracia. Si este
tipo de estructuras puede tener un papel positivo cuando el poder sólo favorece
una élite, son totalmente inadecuadas cuando un gobierno se vuelve hacia la
defensa del interés general.
En segundo lugar, se tiende a olvidar que los documentos
publicados por algunas ONG son el resultado de un trabajo elaborado por
personas que tienen sus propias posiciones políticas en la sociedad que
supuestamente deben analizar. Por ejemplo, en la época en que Robert Ménard no
representaba aún el ala más radical del Front National de Le Pen (9), y en
dónde muchos medios de comunicación  y
políticos se hacían eco de los informes de Reporteros Sin Fronteras sobre
Venezuela, absolutamente nadie sabía que el corresponsal de RSF en Venezuela
era un opositor furibundo financiado por el Gobierno de USA a través de la
Nacional Endowment for Democracy (NED) (10). 
Este tipo de ejemplo abunda en Venezuela y en América Latina. Y sin
embargo, una vez pasado el Océano Atlántico, sus puntos de vista serán
admitidos con la mayor credulidad en nombre de la defensa de grandes ideales
como la democracia, los derechos humanos o la libertad de la prensa (11).
No se trata obviamente de impedir a quien quiera que sea de pensar
o emitir opiniones sobre Venezuela o sobre cualquier otro país, sino de
presentar la fuente de esas informaciones y esas críticas en su justo lugar, y
no subestimar nunca la capacidad del pueblo para juzgar de su propia condición,
como fue el caso en Venezuela en el voto del 30 de julio de 2017 para elegir
los diputados a la Asamblea Constituyente.
Así, cuando se escucha que esta Asamblea constitutiva o incluso
Nicolas Maduro no tendrían más legitimidad, como lo claman al unísono la
derecha más radical y un grupo de políticos disfrazados en  « “intelectuales de izquierda » (12), tenemos
derecho a preguntarnos que representan, a sus ojos, los 8.089.320 electores
chavistas que se desplazaron a las urnas para la elección de los diputados a la
Asamblea Constituyente. La oposición decidió boicotear la elección, los
electores que votaron el 30 de julio de 2017 lo hicieron para señalar su
adhesión a la propuesta política del Presidente Maduro. Esto representa un
41,53% de los inscritos, es decir un número mayor que el que, en 2000, había
ratificado por referéndum la anterior constitución (30,17% de los inscritos)
(13). ¿Hay  una legitimidad de dos
velocidades?
Numerosos dirigentes de todo el mundo quisieran por cierto
beneficiarse de tal apoyo popular y de esa 
legitimidad democrática. Recordemos que los presidentes de Colombia Juan
Manuel Santos, de Argentina Mauricio Macri, o de México Enrique Peña Nieto,
todos feroces opositores a Nicolás Maduro fueron elegidos con sólo 24% de los
inscritos de su país. Sin hablar de Michel Temer, que no recibió ningún voto
popular para ocupar la Presidencia de Brasil. No es la coherencia política que
sofoca los opositores a la revolución bolivariana.
¿Por qué aquellos que no reconocen esta fuerza chavista no
denuncian entonces «la ilegitimidad» del presidente francés, Emmanuel Macron,
elegido con el 43,6% de los inscritos, es decir un resultado comparable a la
última elección venezolana, y sin boicot de la votación por parte de sus
opositores? Una vez más, es difícil imaginar que una serie de países,  como fue el caso para Venezuela, no
reconozcan los resultados de la elección francesa, y por lo tanto el presidente
en ejercicio, en vista de la «escasa participación ». En este «dos pesos, dos
medidas», vemos que se trata de un ataque político que no tiene en cuenta la
legitimidad democrática que confiere el pueblo a sus representantes.
Las críticas sobre la ilegitimidad del gobierno venezolano procedentes
de cierta izquierda o de organizaciones no gubernamentales nos preocupan
extremadamente, ya que revelan sobre todo su rechazo de la democracia y su
incapacidad para comprender las motivaciones del pueblo cuyos intereses
pretenden representar.
Los últimos acontecimientos en Venezuela nos fuerzan a
cuestionarnos sobre el lugar que deben ocupar, en nuestra democracia, las
organizaciones políticas o algunos cuerpos intermedios cuando éstos se
trasladan completamente de las preocupaciones populares, y sólo funcionan por
una ideología completamente alejada de la realidad social. Eso nos interpela
también sobre la falta de legitimidad democrática de estas organizaciones
cuando ellas pretenden hablar en nombre de personas que, no solamente, no se
sienten representadas por estas organizaciones sino que, al contrario,
legitiman el poder que éstas pretenden denunciar. Sobre este punto como sobre
muchos otros, Venezuela no terminó de invitarnos a cuestionar nuestra propia
realidad política.
Notas del autor
(1) Todos los trotskistas venezolanos no
se ajustan a esta tendencia. Así Stálin Pérez Borges, cofundador de C-Cura,
luego de Marea Clasista y Socialista, luego de Marea Socialista, tomó
distancias con sus antiguos camaradas y fundó la Liga Unitaria Chavista
Socialista (LUCHAS), movimiento trotskista crítico, pero que sigue apoyando la
Revolución Bolivariana. Además hacemos hincapié 
en que, vista la arrogancia de algunos de sus dirigentes, una nueva
escisión está amaneciendo en el «chavismo crítico». Asunto que  pueden seguir quienes tienen tiempo que
perder.
(2) Un número bastante limitado de estos
ministros hizo defección en los primeros años del chavismo, incorporándose a la
oposición de derecha. Es el caso de  Luis
Miquilena, Francisco Usón y Alfredo Peña por ejemplo
(3) Ver el memorándum en 
https://search.wikileaks.org/plusd/cables/06CARACAS3356_a.html
(4) En Argentina, el Frente de Izquierda
(3,43%) llamó a abstenerse a la segunda vuelta que favoreció la victoria de
Mauricio Macri de apenas un 2.68%. Las consecuencias dañinas de la vuelta a la
era neoliberal decidida por el nuevo presidente son catastróficas para el
pueblo argentino.
(5) Jacques Cheminade es un
franco-argentino nacido en 1941, presidente desde 1996 del partido  Solidaridad y progreso, liado al grupo de
Lyndon LaRouche. Se presentó a las elecciones presidenciales francesas de 1995,
2012 y 2017. En esa última, obtuvo 65 000 votos, osea 0,18%.
(6) Ver la lista de candidatos en
https://www.aporrea.org/poderpopular/a217218.html
(7) Ver los resultados de las elecciones
en www.cne.gob.ve
(8) 3.000 toneladas de higos producidos
en 2016 contra 6.247.000 de uvas. Ver http://ec.europa.eu/eurostat/fr/home
(9) Según las palabras de Louis Alliot,
diputado y vicepresidente del Frente Nacional, ver
http://lelab.europe1.fr/Pour-Louis-Aliot-vice-president-du-FN-Robert-Menard-s-entoure-de-gens-beaucoup-plus-radicaux-que-ne-le-sera-jamais-le-FN-14422
(10) Nadie excepto quizá Robert Ménard
pero este no es el tema.
(11) Punto de vista admitido también en
organizaciones internacionales. Así la ONU acaba de emitir un comunicado
bastante negativo sobre la situación en Venezuela. Sin embargo, la ONU no envió
a ningún investigador sobre el terreno y, según su propia confesión, se basó en
los testimonios de las ONG y de la ex fiscal de la República, opositora
política de Nicolás Maduro, Luisa Ortega.
(12) Ver « El llamado internacional a
frenar la escalada de violencia en Venezuela », en el portal  de la derecha venezolana la más radical,
LaPatilla.com ¿Coincidencia?
 (13) un 30,17% de los inscritos habían votado
en favor de la nueva Constitución, 11,86% se oponían. El resto se abstuvo o
votó nulo.
Traducción de María Piedad Ossaba por la
Pluma, editado por Fauto Giudice
Nota de los traductores
*Ni chicha ni limonada: « ni fu ni
fa »…  Uso altamente coloquial.
Esta expresión se utiliza cuando se quiere decir que no hay otra cosa. Equivale
a no tener algo un valor específico, ser una media tinta, a no ser ni una cosa
ni la otra o, ambigüo.  En 1973 el
cantautor Víctor Jara compuso Ni chicha ni limoná, canción que incluye esa
frase en su coro: Usted no es na’/no es chicha ni limoná/se lo pasa
manoseando/caramba zamba su dignidad. En el original francés el autor utiliza
la expresión  mi-figue mi-raisin (mitad
higos mitad uvas)